23 de agosto de 2007

Con un par

Pasar más tiempo en Argentina me ha permitido apreciar ciertos detalles de la idiosincarsia de sus gentes que me han llamado la atención, salvando las distancias entre las distintas regiones. Os cuento que en cualquier servicio y negocio de Argentina encuentras siempre un número de teléfono de atención al cliente bien visible, donde reclamar por el servicio recibido. Pero no esos números a tamaño minúsculo que encontramos en España, y a menudo ausentes, sino carteles bien grandes instándote a quejarte si es eso lo que quieres. Se me ocurre que los argentinos están más acostumbrados que los españoles a litigios y que les cuesta algo menos que a nosotros decir las cosas abiertamente.

Eso me recuerda la tarde que pasé con la madre de Ceci charlando sobre su participación en el movimiento pro derechos humanos que busca la justicia para con los desaparecidos de la dictadura y sus familiares. Mientras comíamos las noticias televisaban fragmentos de la tensa vista de esa misma mañana como parte del juicio en contra de Christian Von Wernich, un ex capellán que ha sido acusado de actuar como represor y torturador de varias personas desaparecidas. Una de las personas que lo acusan es el hoy cónsul argentino en Nueva York, Héctor Timerman, quien denuncia también la vigencia de personas implicadas en las desapariciones que aún realizan actividades en Seguridad y Justicia.

Que se esté dando esa realidad hoy en Argentina me parece algo de enorme valor. ¿Podéis imaginarlo? ¿Podéis imaginar la crispación que esa situación despertaría aún hoy en la España actual después de 30 años de democracia? No se puede negar que el ambiente en Argentina está caldeado. Hace un año, por ejemplo, "desaparecieron" a uno de los testigos claves de la causa en que se condenó al represor Miguel Etchecolatz por crímenes de lesa humanidad. ¡Hace un año! Los movimientos sociales no podrían creer semejante desvergüenza al ver cómo los que se sentían acusados recuperaban las mismas acciones despreciables para acabar con sus contrarios, ¡pero esta vez en tiempos de democracia! Las personas que colaboran activamente en esta lucha se han visto obligadas a retomar también antiguas medidas de seguridad que creían enterradas, como la ronda de llamadas telefónicas en las noches para comprobar que todos han llegado a casa esa noche. Esa es una realidad de hoy.

A pesar de todo, y retomando la comparación con el caso español, España está bien lejos de aclarar su hitoria e igualarse al esfuerzo que está haciendo Argentina. Sabemos las ampollas que se levantaron con la apertura de fosas comunes hace unos años y las úlceras que se despiertan cada vez que se habla de memoria histórica. Será porque aún hay quién se sienta culpable, digo yo, porque recordar la memoria histórica sólo puede hacer bien, si ésta se escribe con todos los nombres.

En pleno parque principal de Salta, hay una lámina de piedra en el suelo con los nombres de varios genocidas militares de la zona. No se trata de una pintada hecha por unos gamberros sino de una denuncia pública y oficial. Arribita está la foto.

Y bien, esa debe ser una característica argentina: las agallas de decir bien claro lo que uno piensa.