25 de agosto de 2007

Llegando a Tarija

Tan pronto los campesinos desbloquearon las carreteras de acceso a Tarija, me dirijí a la frontera. Atrás quedaron 10 días de bloqueo que habían dejado a familias enteras durmiendo en las terminales de autobuses, a turistas argentinos sin posibilidad de volver a sus trabajos, a los núcleos urbanos sin abastecimiento de ningún tipo... Para volver al mismo punto donde estaban antes. Se dice que el campesino boliviano es gente amable y acogedora pero muy tozudo. Cuando se le dice que debe vigilar un paso, no pasa ni Dios.

En la frontera, los policías argentinos desinfectan los coches provinientes de Bolivia, pero uno y otro lado de la frontera son exactamante iguales. Separadas por un frondoso río, las ciudades de Aguas Blancas y Bermejo se diferencian en casi nada. No creo que los bichitos argentinos vayan a ser menos peligrosos que los bolivianos.

Cuando llegamos a Bermejo, ya en territorio boliviano, comprobamos que todas las flotas estaban llenas y no nos quedó más remedio que ir en taxi hasta Tarija. Para ir en taxi debes esperar a que éste se llene con 4 pasajeros o bien pagar lo que pagarían los pasajeros que faltan. Así que esperamos. Yo caminaba acompañada para entonces. Gerald, un chico belga voluntario en la misma organización que yo, se había visto encerrado en el mundo como yo, sin poder acceder a Tarija. Así que nos unimos a mitad de viaje para continuar juntos.

Después de una hora el taxi se llenó con 2 pasajeros más y partimos. En una hora, de los 4 pasajeros que éramos pasamos a ser 7. "¿Dónde iban?" os preguntaréis. 2 en el sillón del copilotos, 3 detrás y una en el maletero, que al final resultó ser la que iba más cómoda.

Después de 4 horas llegamos a Tarija, "La esperada", y Gerald, muy acertadamente, propuso ir a comer carne a la parrilla a un restaurante de la plazuela Sucre. ¡Comimos una carne sabrosísima! ¡Primer atracón de carne de mi estancia en Tarija!