13 de septiembre de 2007

¿Qué demonios estoy haciendo aquí?

Parte de mi bienestar en Tarija es debido a mi rápida incorporación a la organización en la que estoy trabajando desde que llegué, Educación y Futuro o EDYFU. Al llegar pacté con Vicente, el director, ocuparme de la difusión del proyecto del Albergue Solidario, uno de los que gestiona la ONG y que consiste en un hogar que ofrece diferentes recursos para favorecer a los niños trabajadores y a sus familias. No se trata tanto de evitar que los niños trabajen, lo cual que es una realidad en Bolivia, sino de darles las herramientas suficientes para que no sean explotados, para que sean más autónomos y sepan gestionar el dinero que ganan, así como potenciar que los niños y niñas continúen estudiando a pesar de su situación económico-social.

El albergue brinda una gran ayuda a estos niños, pero a menudo la organización se olvida de que el problema no son los chicos sino sus familias. Si ellos trabajan es porque sus familias disponen de escasos recursos económicos y deben ayudar en la economía familiar. Pero no sólo eso. A menudo la pobreza viene de la mano, o actúa como desencadenante, de algún conflicto psico-social en la familia: el abandono del padre a la familia, problemas de alcoholismo de alguno de los progenitores, violencia doméstica, abusos sexuales, etc. El caso más repetido es el de familias numerosas que son abandonadas por el padre obligando a la madre a salir adelante sola. Esa mujer debe afrontar el alquiler de la vivienda y la alimentación de su prole para lo que normalmente no alcanza sola. Por eso sus hijos la ayudan a salir adelante trabajando de cualquier cosa: vendiendo empanadas, como albañiles, montando y desmontando casetas en la ferias, de voceros en las paradas de microbus, etc.

El alcoholismo es uno de los problemas que más estragos hace en las familias. Tarija es el departamento con el mayor número de alcohólicos de todo el país. No me pregunten porqué, yo todavía no logré averiguarlo. Parecería que el alcohol no es una de las drogas que la gente esté acostumbrada a tomar, no controlan las dosis, no lo usan adecuadamente... pero seguramente la explicación esté en que lo utilizan como vía de escape a sus problemas. Hace poco me contaron que los primeros curas que llegaron a cristianizar estas tierras emborrachaban a sus mal llamados "fieles" para que fueran a misa. Y una vez los habían convertido al cristianismo, cobraban con alcochol sus servicios religiosos. Algo tendrán que ver esas curiosas prácticas con los índices de alcoholismo en el país.

Como siempre me lío en el análisis sociológico cuando lo que quería era explicar qué demonios estoy haciendo aquí desde que llegué, además de disfrutar de la gente, de las fiestas y de pasar frío. Lo desvelo. El primer mes estuve ocupándome de la difusión del proyecto del Albergue Solidario con el principal objetivo de encontar voluntarios para las distintas actividades que realiza el centro y, a su vez, sensibilizar en la situación de los niños y adolescentes trabajadores, también llamados NAT's. Así que creamos una campaña de difusión que contó con la visita a distintas universidades, la entrevista a responsables de la organización en un canal de televisión tarijeño en el programa de máxima audiencia y la difusión de programas de radio a través de una emisora local. Aunque las cosas fueran lentas, se cumplieron las actividades planificadas.

A partir del segundo mes todo se truncó. La intención era filmar un documental que explicase el objetivo y el funcionamiento del Albergue Solidario. Documental suena un poco grandilocuente, pensaréis, pero es que se trataba verdaderamente de un documental donde pretendía hacer un seguimiento del trabajo de las diferentes áreas que conforman el proyecto, de las vidas de 3 chicos, etc. Primero vinieron los problemas para conseguir en Bolivia la cámara de vídeo que queríamos, después hacerla traer del extranjero, cuando conseguimos una similar, tratar de encontrar un micrófono compatible con la cámara... La verdad es que a pesar de las múltiples dificultades, no me puedo quejar porque he tenido la ayuda de media Tarija, que se ha movilizado para ayudarme en mi empeño. Un día, a dos semanas de mi partida, cuando ya todo se creía perdido, apareció una pareja de franceses, cargados con un equipo de grabación semiprofesional y una niña de once meses. Se les propuso colaborar en el proyecto y, después de 3 días modificando el guión de mi superproducción fracasada, mañana empezamos a filmar. Tal vez sea verdad lo que se dice: al final, en Tarija, las cosas acaban saliendo.