9 de octubre de 2007

Más y mejores impresiones sobre Sucre

Pero no querría dar una mala impresión de Sucre: la ciudad es preciosa y tranquila y su gente muy amable. Se trata de una ciudad de marcado estilo colonial y totalmente pintada de color blanco. ¡Muy linda! Y además, con un gran dinamismo cultural.

Pero empecemos por el principio. La llegada a Sucre fue muy esperada. Después de un viaje en flota larguísimo; por una carretera, de nuevo, sin asfaltar; más rápido que Fernando Alonso y con una parada de 3 horas en Potosí entre 4 y 7 de la mañana, llegar a Sucre y pegarnos una ducha, después de 4 días sin rozar el agua desde que salimos de Tarija, se vislumbraba en mi mente como un verdadero oasis. Para recurdecer la escena, alguien se meó en el autocar durante el trayecto y cuando Oriol fue a recuperar su mochila, que había dejado en el suelo debajo del asiento, estaba empapada de orines. "¡Cuánta humedad hay en esta ciudad!" pensamos al recogerla y ver que estaba mojada. Pero al cabo de un rato nos percatamos de que la mochila despedía un olor algo desagradable y no hubo más duda. ¡¡¡Casi me muero de la risa al ver la cara de asco de Oriol cuando se dio cuenta de la verdad verdadera!!!

Nos alojamos en un albergue escogido por dos factores: el precio y por disponer de servicio de lavandería. Tuvimos suerte y recalamos en una casa antigua bastante bien conservada, que contaba con un patio hermosísimo desde el que se accedía a todas las habitaciones. Pasé algo de vergüenza cuando llevé la mochila a recepción, junto con otra ropa sucia para disimular (ahí los calcetines que no había conseguido quitarme en 4 días, ni para dormir, debido al frío en el Salar) y solicité que la lavasen. La chica que me atendió no pareció percatarse de nada y yo no me atreví a explicarle la historia, de tan poco creíble que me resultaba a mí misma.

La deseada ducha y un ojeo a la agenda cultural fueron suficientes para darnos cuenta de que debíamos quedarnos otro día más en la ciudad. Casualmente, a la noche siguiente se celebraba el preludio de la fiesta en honor a la Virgen de Guadalupe, la patrona de Sucre, formado por las danzas de los y las bailarines/nas de diferentes agrupaciones folklóricas. ¡Fue increíble! Y eso que muchos de los danzarines no vestían los trajes típicos, al tratarse del preludio y no de la fiesta oficial.

Antes de eso, comimos chorizos y bebimos batidos "completos" a base de 8 frutas distintas en el mercado central; asistimos a una conferencia sobre la multiculturalidad en Bolivia, con invitación a vinos y salteñas incluída que, por supuesto, no rechazamos; presenciamos un espectáculo de danza contemporánea de una compañía boliviana; nos colamos y emborrchamos en la fiesta de la facultad de una de las universidades de la ciudad, regada de chicha y cumbia; volvimos al mercado central a repetir una ración de chorizo y otro batido completo; encontramos una librería de segunda mano donde compramos un diccionario quechua-castellano para ampliar el mini glosario que habíamos conseguido sonsacarle a nuestros guías en el Salar de Uyuni... ¡Vaya... que muy bien!

A pesar de lo a gusto que se está en Sucre, nuestro viaje debía continuar y el siguiente destino planificado era Potosí.