10 de octubre de 2007

Otras Bolivias

Saliendo de la media luna la percepción de Bolivia cambia. Se oye hablar quechua por las calles de las ciudades, el color de piel de la gente es más oscuro, acullan hojas de coca no sólo los campesinos, también la gente de ciudad, las señoras de pollera ya no son únicamente campesinas que van a las ciudades a vender papas, también regentan sus propios negocios en las urbes...

Esos son algunos de los detalles que percibí al salir de Tarija y que me hicieron recordar que yo había entrado en Bolivia por una de las regiones más criollas del país y que todavía me quedaba por descubrir una Bolivia más indígena: mayormente indígena, especialmente indígena, normalmente indígena. Eso es lo que más me llamó la atención, la normalidad de lo indígena. Entiendes que eso es seguramente lo que diferencia Bolivia de otros países que cuentan con población autóctona original que convive con población de un origen distinto: que en Bolivia ser indígena es ser mayoría en muchas zonas y no un vestigio de cultura, como sucede en Argentina, o una reserva de indios apartados del resto de la sociedad, como sucede en EE.UU. Ser indígena en Bolivia es ser la sociedad del lugar.

De alguna forma, esta gente, con su forma de pensar y sus tradiciones propias, tan lejos de la amenazante globalización que vivimos en otros lugares, ejerce una resistencia inconsciente al modelo de vida de Occidente. No sé si serán más felices, eso me parece algo difícil de medir, pero sí sé que tienen más claro que yo qué es y qué no es importante en su vida.