13 de agosto de 2007

El modelo salteño

Bueno...quiero empezar este artículo diciendo la verdad. Papá: al final llegué a Salta en autocar. No te vayas a enfadar, hombre. Resultó que cuando fui a comprar el billete de avión ya no quedaban para cuando yo quería y tenía que esperar 3 días más. Como todos los argentinos que conocí se habían movido siempre en colectivo sin ningún tipo de problema, me decidí yo también a probar la experiencia. Y bueno, ¡ojalá Alsa tomase ejemplo de ese tipo de autocares! ¡Una comodidad! ¡Un confort! ¡Una seguridad! ¡Y una comida más asquerosa...! ¡Eso no cambia!

Salta es una ciudad del norte de Argentina, capital de la región que le copia el nombre, tierra de gauchos y de tradiciones fuertemente arraigadas. Hoy mantiene todo eso además de haberse convertido en una ciudad turística dedicada al porteño en las vacaciones de invierno y al extranjero de paso al Desierto de Atacama (Chile) o al Salar de Uyuni (Bolivia). Ciudad de fuerte herencia colonial, donde los hijos de los "españoles" han logrado mantenerse fieles a su sangre: blancos, católicos y conservadores. Sólo hay que ver el cartel de la propaganda electoral de la foto, ¡que hasta miedo da! Y esa blancura por las latitudes del norte no es fortuíta sino claramente planificada, pues en esta zona la piel de la gente se oscurece tomando el color de la tierra.

"Salta la linda" la llaman, aunque a mí no logró conquistarme. Será que no pensaba tener que pasar tanto tiempo barada en su seno y, mientras la ciudad me servía de refugio ante los bloqueos de Tarija, no pude evitar sentirme encarcelada en sus múltiples servicios disponibles a toda hora para el turismo, como mostrándome una cara de esa parte de Argentina que no era la que yo buscaba.

De todas formas, allí pude conocer a mis únicas compañías en esos días y eso sí se lo tengo que agradecer a Salta. Al ser ciudad de paso de mucha gente, pude encontrarme con muchas personas en mí misma situación: viajantes únicos, turistas empedernidos, artesanos, trabajadores de albergues, almas amigas. Al viajar, y más si se viaja sola, se conecta más rápidamente con la gente, como si esas personas se introdujesen súbitamente en tu alma sin pasar por el habitual devenir de las relaciones sociales, aunque sólo hayas mediado con ellos unas palabras. Todas relaciones efímeras que hoy se reducen a una dirección de correo electrónico, pero que han representado mis relaciones con la gente en esos días de espera. Es extraño alejarte de los que quieres y empezar a tratar sólo con extraños. Duele y te despierta el alma al mismo tiempo.

Mis sueños hablan argentino

Éste era el título que me había imaginado para mi primera entrada en este blog. Ahora no tiene mucho sentido, porque mis sueños ya no hablan con acento argentino, pero una es fiel a sus ideas.

Argentina me pilló en bragas. La verdad es que no esperaba esa estancia de 10 días en Argentina y me costó pillarle el gustillo. Pero una vez comprendido el mensaje de los campesinos tarijeños de que pa pelotas las suyas, me di cuenta de que o disfrutaba del sitio donde estaba o me iba a amargar la vida hasta que a ellos les diera la gana. ¡Y eso sí que no!

Los tres días en Buenos Aires los pasé en casa de Delfina, una amiga de Ceci. ¡Hasta su cama me prestó, la mina! La verdad es que volver por las noches al barrio de San Telmo, donde vivía, era un alivio. Después del quilombo del centro de BA, San Telmo es un paraíso: un barrio tranquilo, lleno de anticuarios, con su mercado antiguo y sus heladerías italianas. ¡Muy bello! En mi opinión reúne todo lo bello de BA: rincones con historia, humildes comercios antiguos. Lástima que no tenga una foto del metro de BA. ¡Yo creo que lo que más me impactó de la ciudad fue el metro! El metro de BA te traslada en el tiempo, recordándote al París de los años 20. Tiene unas lamparitas colgantes de cristal que iluminan ténuamente los vagones, y sillones de madera. ¡Precioso! Una se da cuenta del valor de lo antiguo en esa ciudad, como ocurre en París o en Roma, algo que como barcelonesa tiende a atrofiarse, habituada a la esterilidad y amplitud de nuestra arquitectura urbana de moda.

Bueno, y miento, otra cosa que me impactó muchísimo fue ver escrito en los carteles publicitarios los verbos conjugados con la forma de "vos": "Tené", "Comprá", "Bebé Coca-Cola". ¡Qué risa! No sé porqué me imaginaba que esa forma solamente se utilizaba en el habla, no de forma escrita. Supongo que me impactó tanto que mis sueños empezaron a hablar en argentino.

Y lo de "Bebé Coca-Cola" no es gratuito, porque por más europea que la ciudad te parezca, también se siente que una cambió de continente. "¡Esto es América!" te dicen los carteles enormes anunciando los comercios más insignificantes, recordando las ciudades estadounidenses presentes en mi imaginario gracias al celuloide. Y cuanto más arriba, más América. Disculpen los latinoamericanos, no se me enfaden, pero saben que a los españoles se nos escapa "América" para designar a Estados Unidos. Y cuando una pisa América, siente también esa influencia norteña pesada como una bola de plomo.